“La Libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.” George Orwell,1984 (Novela)
Riamny Méndez
La novela 1984, de George Orwell, es la historia del PODER como instrumento del PODER. Un Estado que no tiene más objetivo que preservar su burocracia y burócratas convertidos en esclavos del absurdo que defienden y por el que se sacrificarían y venderían a sus amigos. Todos son víctima del supremo interés del Gran Hermano, omnipotente y omnipresente.
Uno de los afanes de la maquinaria es crear un nuevo lenguaje, “la neolengua”, cada vez más pobre. Elimina palabras o les quita parte de su significado. “Libre” en “neolengua” sólo puede ser usada para decir, por ejemplo: “este perro está libre de piojos” (cita de la novela). Hablar de personas libres para plantear proyectos políticos alternativos o confrontar al poder es un sinsentido porque el lenguaje no lo permite.1.
En 1984 se retrata la dictadura perfecta: los dirigentes políticos a través del “doblepensar” se engañan a sí mismos y mienten a la vez que creen actuar rectamente -no tienen más sueños ni objetivos que el poder -, los documentos se arreglan constantemente para que no haya pruebas de los fracasos del pasado, los posibles disidentes se eliminan antes de que lleguen a serlo, la propaganda convence a todos los demás y el lenguaje se empobrece.
Si habláramos en “neolengua” la palabra injusticia no tuviera significado alguno, ni esa carga de impotencia y empatía ante el dolor de otro ser humano. Afortunadamente, nosotros gozamos de hermosos idiomas, ricos en palabras, matices y significados.
Sin embargo, a veces el poder y quienes deberían de cuestionarlo, utilizan el lenguaje para ocultar y no para decir. Se hace exactamente en el sentido contrario de la “neolengua”, creando palabras o frases o usándolas en contextos inapropiados que le quitan a la oración la carga emotiva, histórica e intelectual o simplemente dificultan el entendimiento.
Existe una tendencia a no decir injusticia en ningún contexto. Así, a una población de campesinos que ha vivido por generaciones en la misma tierra, la desalojan sin compensación alguna y hay quien habla de “comunidades en riesgo de exclusión”, de “poblaciones vulnerables” y cuanto más de inequidad o falta de “cohesión social”. El hecho sería una ilegalidad(o puede ser incluso legal), un conflicto mal manejado, un proceso que refleja la inequidad, pero jamás una injusticia.
Ni se diga del término pobreza. Si, siguiendo el ejemplo, producto de la injusticia del desalojo, los campesinos se tienen que dedicar a pedir en las calles para sobrevivir, no serían indigentes, ni pobres. Se convertirían en parte de “las comunidades menos favorecidas”. Frase engañosa y sin el sentido histórico que encierra pobre (por más que me digan que también hay pobres de alma y de espíritu, si usted no tiene ni letrina a donde ir, hace tiempo que está excluido).
Una persona de clase media es “menos favorecida” que un multimillonario, pero ambos tienen servicio sanitario, agua corriente en casa, comida, educación y salud. Los “menos favorecidos” de los que usualmente se habla, pueden incluso carecer de letrinas, aún cuando estén rodeados de edificios lujosos atravesados por un metro.
Aunque el lenguaje se transforme, afortunadamente, por los avances científicos, las nuevas teorías, la influencia de las migraciones y otras lenguas, hay cambios totalmente ficticios, creados en el escritorio de un burócrata. Hay palabras de uso común que no tienen por qué desaparecer ni del lenguaje culto, ni del lenguaje técnico cuando proceda. No sólo porque llevan consigo una carga enorme de historias personales y colectivas, que es al fin de cuentas lo que refleja el idioma, sino, sobre todo, por sentido práctico: son conocidas y nos permiten entendernos más allá de clases sociales, países y oficios.
Cualquiera sabe que es un pobre y que es una injusticia (como cuando contratas a un obrero y luego no le quieres pagar sus prestaciones laborales), pero, la vecina, ama de casa, no sabe de que le están hablando cuando escucha decir: “poblaciones menos favorecidas” o “poblaciones en riesgo de exclusión”. Como anda el mundo, en riesgo de exclusión estamos todos: por perder el empleo, el seguro médico, el apartamento. De vez en cuando se podrán usar esas frases, para intentar explicar un texto, sin embargo, con mucha frecuencia, injusticia y pobreza pueden cumplir su función.
Parafraseando a Winston Smith, el protagonista de 1984: “Libertad, es libertad para llamar injusticia a la injusticia. Si eso se admite, todo lo demás se da por añadidura.”
1. “Orwell, George. 1984. P. 368. Ediciones Destino S.A. 2007
(Herederos de Sonia Brownell Orwell)”
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