viernes, 27 de marzo de 2009

Para la agenda de las autoridades

Actividad: Vía Crucis-Caminata y reflexión sobre los problemas del barrio de Villa Duarte (Dolores del camino de Jesús hacia la cruz, en el hoy de nuestra comunidad)

Lugar: Desde el Club Deportivo y Cultural Calero hasta la explanada norte del Faro a Colón

Hora: 4:30 de la tarde del viernes 27 de marzo

Organizan: Las parroquias Nuestra Señora del Rosario, San Juan Evangelista y Divino Niño Jesús

jueves, 26 de marzo de 2009

en solidaridad con tres mujeres periodistas

Las periodistas Margarita Cordero, Norma Sheppeard y María Isabel Soldevila son acosadas por hombres relacionados con el senador por San Pedro de Macorís, Alejandro Williams. Los detalles en el blog de María Isabel.


Para ellas un abrazo solidario con hadas de libertad.

domingo, 22 de marzo de 2009

El orgullo del batey

Esta historia comienza con una alfabetizadora que no sabe leer ni escribir. Finaliza la década de 1980.

Una tarde cualquiera, debajo de un árbol, la maestra enseña español a un grupo de niños de distintas edades, cerca de las barracas donde viven apiñados trabajadores del azúcar. Entre el grupo, corretean dos pequeños que se convertirán en el orgullo del batey Algodón, en los dos primeros médicos oriundos de aquí.

Pero, esperen, de los “doctores” hablaremos en un momento. Ahora estamos detenidos en los ojos de Hilda Pérez, la peculiar maestra. Desde la puerta de su destartalada casa de madera, ella vuelve a vivir aquella época. Como hoy, alrededor del batey sólo hay matorrales, cañas y polvo. La carretera que conduce a Barahona, en el Suroeste dominicano, casi cruza por encima del caserío.

Junto a Hilda, a través de sus recuerdos, estamos en esta aula al aire libre, debajo de un árbol. El único recurso didáctico importante es una radio que transmite un programa de alfabetización. Hay además unas cuantas páginas, con las cuales la profesora intenta desenmarañar, también para ella, el significado de las letras.

Por los callejones del batey vemos, a través del recuerdo triste de Hilda, a los niños desnutridos, a los ex trabajadores del ingenio desempleados, a los jóvenes con sus planes de emigrar a Santo Domingo a trabajar en la construcción o en el servicio doméstico. Son descendientes de haitianos de segunda o tercera generación en una República Dominicana en crisis.

Luego, ella para de contar, de vivir en las nostalgias que le ha traído esta conversación. Reflexiona en el hecho de que en esa época la vida aquí era aún más dura. Y esto es mucho decir en una comunidad que aún ahora necesita que se construyan letrinas en muchos de sus hogares.

A pesar de las tristezas es una persona alegre. Por un momento ríe a carcajadas recordando su propia audacia “¡Yo le digo a usted la verdad, yo era una profesora analfabeta, lo que ellos iban aprendiendo, lo aprendía yo también!”

De regreso al presente, con una mirada cómplice a su marido Jusni Franciani, Hilda habla orgullosa de esos hombres jóvenes que pasaron por sus manos de maestra, de esos estudiantes de término de medicina que para ella todavía son muchachitos.

Uno de ellos, Pedro Antonio Jiménez, estudiante de término tenía en 1989, apenas cinco o seis años. Fue uno de los últimos escuchas de la alfabetización por radio en la provincia. Un chiquillo curioso que a través de ella se aproximó a la enseñanza.

El otro, Charison Yan Féliz, actualmente “médico interno” se alfabetizó casi por completo gracias a la voluntad de Hilda. “El donde quiera que va lo dice, que sus primeras enseñanzas fueron con RADECO (programa radial de educación radiofónica)”.

Hilda, está feliz. En unas cuentas horas, Pedro, uno de sus muchachos llegará al batey desde la Universidad Central del Este (UCE) en San Pedro de Macorís. Charison, su otro orgullo, no irá, porque debe hacer guardia en un hospital de Santo Domingo.

La promesa en el batey. Cuando Pedro llega, camina, como de costumbre, por todos los rincones del batey, donde la vida transcurre con pocas novedades, excepto por las tristes noticias de la pobreza que a nadie asombran por aquí.
Al saludar a un grupo de vecinas, se percata de que un niño de once meses que juega en el suelo sufre de una desnutrición crónica. “Hay que desparasitarlo y luego darle alimentos, porque no se gana nada con darle una medicina y que siga en el suelo y no coma", comenta.

Pedro es un sobreviviente de esta realidad. Los estudiantes de medicina lograron cursar su carrera de medicina en la UCE, gracias a una beca otorgada por la organización Niños de las Naciones, pues las familias, atrapadas en la pobreza, no tienen suficiente dinero para costear sus estudios.

Cuando Pedro continúe recorriendo los callejones, se enterará de otra noticia triste, pero asimilada con resignación en un lugar donde uno de los mejores sucesos del día puede ser un plato de arroz con una taza de habichuela y un poquito de carne.

El mes pasado cuatro niños de los aproximadamente 13 pequeños que buscan- para sobrevivir- aluminio y cobre en un vertedero ubicado a unos tres kilómetros de Algodón, estuvieron a punto de morir por consumir un salami caducado que encontraron en la basura.

Marino Féliz, de 13 años es una de las víctimas. Es hijo de Francia Deguizan quien, según cuenta, vive con su marido, cuatro hijos y otros nueve muchachos en una casa de apenas tres habitaciones.

El pequeño vende cobre y aluminio a unos conductores de camiones que pasan por la carretera que conduce a Barahona o a un hombre de su comunidad llamado Néstor Patricio Guzmán (Hari) que, según cuenta vende el material a otros compradores. Con el dinero que obtiene, compra chucherías para él y de vez en cuando le da dinero a su mamá.

Francia debe mantener la casa donde conviven unas 15 personas con un salario de RD$3,000 que gana como conserje en un país donde la canasta básica ronda en promedio los RD$18,000. De vez en cuando, su marido llega al hogar con RD$150 que obtiene como jornalero en predios agrícolas del pueblo de Fundación. Otras veces, su hermano, quien le dejó dos hijos a su cargo, envía algún dinero desde la capital, donde trabaja en la construcción. "El día que encuentro el arroz los muchachos se lo comen, el día que no jallo na, se queda así", dice resignada la mujer.

Su niño habla de un sueño para escapar de la necesidad: ser pelotero. Mira al estadio improvisado donde los muchachos juegan, hablando creole, hablando español, a ser como el toletero de grandes ligas David Ortiz.

Historias de coraje. A pesar de sus pesares, este niño tiene más suerte de la que han tenido los estudiantes de medicina que hoy son el orgullo del batey. No tiene que, como ellos, caminar cuatro kilómetros cada día para ir a la escuela básica en Palo Alto, pues desde 1998 hay una escuela primaria en el batey Algodón.

Luego de la primera alfabetización radial, los futuros médicos terminaron la educación básica a fuerza de caminar cuatro kilómetros al día, cuando no había dinero para pagar el transporte, es decir, casi a diario. "A mí no me gustaba la escuela, mi mamá todos los días salía con un palo para obligarme a ir. No me gustaba porque tenía que caminar a pie y como mi mamá trabajaba, a veces cuando volvía no tenía comida hecha", comenta Pedro, a carcajadas, mientras mira a su hermano Joel Antonio, quien trabaja como chófer en el consorcio azucarero.

Durante la educación primaria, su hermano fue mejor estudiante, pero finalmente decidió dejar los estudios para trabajar.

Además de estas dificultades, Pedro tenía que enfrentarse con la discriminación, que lo tocaba como bateyero y como descendiente de Bertha García Joseph, una mujer domínico-haitiana. "Los muchachos de los otros pueblos nos decían haitianos, bateyeros, cuando íbamos a la escuela, cuando jugábamos y uno siendo niño no entendía bien esas cosas, ahora no me importa", dice.

Contra el entorno. El pastor evangélico Desiderio Corniel, padre del “médico interno” Charison, cuenta que para que su hijo fuera a la universidad, hubo restringir el gasto de la casa, porque la beca no le era suficiente para tener una vida sin estrecheces.

"Yo les digo a los muchachos de aquí que aprendan, que estudien para que no sean como uno, que la azada sólo lleva para atrás, la escritura va hacia adelante", enfatiza el pastor, de nacionalidad haitiana, quien desde hace cuatro años tiene una parcela. Antes se dedicaba a cultivar tierras ajenas.

Pero, no todos podrán seguir con la escritura. Unos 15 estudiantes además de los dos que estudian medicina están en la universidad y 25 se encuentran en lista de espera. La organización no dispone de becas para todos y la mayoría de las familias no pueden costear los gastos.

Maritza Peña de Niños de las Naciones explica que Educación apenas paga cinco de los diez maestros que imparten docencia en la escuela básica, que alberga a 270 estudiantes.

La escuela fue construida y es mantenida por la asociación civil desde 1998, cuando se cumplió uno de los sueños de un batey donde algo ha cambiado, aunque la pobreza se imponga en los hijos de los braceros como antes en sus padres, trabajadores del azúcar.

Un hijo de Hilda, la alfabetizadora, es obrero y otro cursa el bachillerato y practica béisbol. Jusni Franciani, el marido de la maestra, un ex trabajador del ingenio, sueña con que su muchacho termine la universidad para que su familia empiece a dejar atrás la caña y el cemento.

sábado, 14 de marzo de 2009

Lissette Rojas, la escritora

Como les prometí, les dejo con más información sobre Lissete Rojas.En el Listín Diario pueden encontrar una crónica sobre la premiación del Concurso de Cuentos de Radio Santa María, en la cual se destaca que ella ha sido la primera mujer en obtener el primer galardón.. Si pasan por Diario Libre sabrán quienes son los otros ganadores.

Les dejo con “La Mosca que haría temblar Suiza”, uno de los cuentos de Lissete, contenido en un volumen premiado con una mención de honor por la Alizan Cibaeña.



La mosca que haría temblar a Suiza



Tan pronto abriste los ojos, te lanzaste de la cama, como expulsado por una fuerza misteriosa. Mala costumbre esa que tienes de limpiarte los ojos con el dedo índice y arrasar por instinto la legaña endurecida de tus ojos achinados de sueño.

Un hombre serio nunca falta a su trabajo, te dices, a menos que esté realmente muriéndose, a menos que los vientos de un temporal opongan una verdadera resistencia a la figura recia del campesino hombre madrugador.

Porque el hombre-hombre no se abandona en una cama por una gripecita. El hombre-hombre vive de sus manos, es un proveedor, tiene varios hijos y es un alma que sabe que un día sin jornal resulta un día perdido y de hambre.

Tú, sin embargo, no ves el trabajo como un castigo. Te gustan los campos de cacao, sus techos de ramas y su suelo que es un crujir de hojas a cada paso. Lo disfrutas. Puede decirse que te sientes un elegido cada vez que, con el alba, clasificas las mazorcas que se convertirán en chocolate, quizás el más fino de Suiza. Lo haz oído decir mil veces a los patrones cada vez que viene un visitante importante.

Como ahora, en esos instantes te quitas el sombrero y haces una reverencia, como todo un caballero, a los forasteros que pocas veces se dignan a mirar tu rostro y su sonrisa de escasos dientes. Pero tú ni te enteras. Tendrías que tener en alto los ojos para ver la mirada desdeñosa o glacial de los rostros que a regañadientes te devuelven tus buenos días solo por no quedarse con nada tuyo.

Es el patroncito con su novia, atisbas, cuando sus cuerpos son ya dos sombras recortadas contra el sol. Quizás se casen pronto, especulas sin dejar de colocar en un cesto gigante las mazorcas destinadas a acoger el cacao de primera calidad.

Hablan muy fuerte. Como nadie lo hace nunca en estos bosques de cacao. Retozan entre las plantas porque no saben, parece. Y esto debería saberlo todo el mundo: que estas son las horas del silencio, el tiempo de las mosquitas del cacao, las que polinizan las flores que luego se convierten en mazorcas cuyas semillas se convierten en chocolate.

Las moscas, quisieras decirles, solo trabajan en las primeras horas del día. Ni siquiera nosotros los campesinos las molestamos cuando ellas están laborando. Por la mañana, como a las seis, entramos silenciosos a las plantaciones y las dejamos que hagan lo que mejor hacen: polinizar.

Pero los amos siguen haciendo alboroto. Se escuchan risas, él la persigue entre los árboles mientras ella lanza gritos de falso miedo. Son unos niños, ponderas, alguien debe decirles que se callen y que no inquieten a las moscas.

Tras sopesarlo unos minutos, con el máximo de tu humildad por fin te acercas y dices: Ustedes me perdonan, niños, si me excedo, pero les voy a rogar que no hagan tanta algarabía. Es que las moscas se asustan y abandonan las flores de los cacaos.

Los niños te responden ¿y quién lo dice? Y tú les contestas que Crescencio Linares, a su orden, sin darte cuenta de que de muy buena fe vas firmando tu despido. Como ellos contestan solo con risas, te animas y sigues hablando con un afán didáctico que nadie te pidió.

¿Saben cómo es todo?, le preguntas al vacío que no te responde, pero igual le explicas que la mosquita mañanera entra a una flor, que casi siempre tiene una posición invertida y luego, la mosquita mañanera se mueve, como jugando, como haciendo piruetas, aunque sabe que es un trabajo serio, entonces los granos pegajosos de polen se pegan a su cuerpecito. Esta mosca podría hacer temblar a Suiza.

Pobre de mí, reflexionas, y sigues aunque que no te escuchen las risas burlonas que percibes por encima de tu cabeza gacha y tu vista fija en el suelo. En su vuelo la mosquita mañanera toma el polen de una flor macho y la lleva a una flor hembra que lo acepta y crea una mazorca y luego venimos nosotros en las mañanas, recogemos las que están listas y las clasificamos. No las cortamos muy cerca del cojín floral, saben, para no dañarlo, porque cada año la planta echa sus flores en los mismos cojines florales. Y si lo hacemos, nos perjudicamos nosotros mismos, que vivimos de esto.

Los pasos en las hojas te dicen que tus interlocutores se marchan. Justo ahora cuando viene lo mejor, pero no callarás. Tendrían que matarme primero: un hombre educado nunca le da la espalda a otro, siempre le da la oportunidad de terminar su conversación, sus argumentos. Eso es de caballeros. Hasta yo lo sé.


La polinización de las flores es producida por el viento, por el hombre, pero especialmente por los insectos. La mosquita mañanera es la que provoca la fecundación de la mayoría de las flores en las plantas, vociferas al aliento tibio de la tierra y tu voz vertical se pierde en la llanura.

La mosca en la génesis del cacao, susurran a lo lejos los oyentes burlones, pero tú ni te inmutas y les gritas que no se trata de cualquier mosca, es una mosquita muy delicada, ella trabaja en las primeras horas del día y si está lloviendo bastante no aparece su fecundación, tampoco si está muy nublado. Por eso, a veces, las plantas florecen y no hay una abundante cosecha. Pero siempre y cuando haya oportunidad, ella sale y hace su trabajo.

Los otros campesinos te dejaron solo. Te creen loco y perjudicial. Tú, en cambio, te consideras en extremo lúcido, profeta de estas tierras.

En cierta forma, le dices a la empalizada, la mosca es como un hombre serio: nunca falta a su trabajo a menos que esté realmente muriéndose, a menos que los vientos de un temporal le opongan una verdadera resistencia a su batir de alas madrugador.

jueves, 12 de marzo de 2009

Lissette Rojas ganadora del concurso Radio Santa María



La escritora Lissette Rojas, de quien tengo el honor de ser amiga y compañera en CLAVE, es la ganadora del primer lugar del Concurso de Cuentos de Radio Santa María de este año. Su relato "La Niñera y el Grito" conquistó la simpatía del jurado.

Ella recibió el galardón con un discurso sencillo en un acto realizado en La Vega.
"Quiero de igual manera agradecer a mi familia, sobre todo a mi madre, Leonor, que me motivó a leer desde niña porque me compraba uno o varios libros cada quincena hasta que yo tuve edad para elegirlos y comprarlos", dijo Lissette, recordando los tiempos en que los cuentos infantiles le abrían las puertas de otras realidades que contribuyeron a darle un corazón mágico, un corazón de escritora.

Lissette resaltó, además, la importancia de que los escritores jóvenes dominicanos se propongan, con seriedad, poner en alto la narrativa criolla. Piensa que es preciso honrar con buena prosa la memoria de escritores como Juan Bosch.



Un momento muy emotivo de este acto, fue cuando la educadora y política Ivelisse Prats de Pérez, quien ganó una mención de honor, abrazó a Lissette. Las canas y la juventud. La literatura está disponible para todos.


P.D. Esperen más detalles y textos de Lisette durante el fin de semana.

Fotos: Vianco Martínez

domingo, 8 de marzo de 2009

El Teatro

"El exilio empieza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos" (Nuestra Señora de las Nubes)

Dos maletas, tres actores y un violín bastaron para conocer el dolor del exilio político, tan ajeno a nuestra generación, la poesía de la soledad, la similitud de unas patrias latinoamericanas que reniegan de una parte de si mismas y lo cómico de las más terribles de nuestras tragedias.

Nuestras impurezas, más impuras, mientras más afán de pureza tenemos nosotros, hijos de muchos lodos, me sacaron carcajadas en un escenario maravilloso de la Zona Colonial. Pero, por ahora, el espectáculo ha terminado. Ayer fue la última función de la obra “Nuestra Señora de las Nubes” en el Teatro Guloya.

A mí, desconocedora del arte, simple espectadora, la función a la que asistí el pasado viernes, me recordó el teatro. Teatro, ese placer de hacer la vida con la voz, el cuerpo, las palabras y la nada.

Pude reencontrarme con ese mundo al que alguna vez quise pertenecer, cuando la adultez todavía no había llegado a pegarme bofetadas de realidad. Ahora, lejos de él, lo miro con ojos maravillados y quiero recuperarlo, aunque sólo sea desde una butaca, entre el público.

Nuestra Señora de las Nubes, es una obra del argentino Arístides Vargas y en el país fue puesta en escena por Claudio Rivera, quien la dirigió, y Viena González. Al final de la obra, algunos interesados charlamos con los actores ¡Oh, pero que cosa tan chula, hablar con actores que no tiene aire de estrellas, si no de constructores de poesía!