"El exilio empieza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos" (Nuestra Señora de las Nubes)
Dos maletas, tres actores y un violín bastaron para conocer el dolor del exilio político, tan ajeno a nuestra generación, la poesía de la soledad, la similitud de unas patrias latinoamericanas que reniegan de una parte de si mismas y lo cómico de las más terribles de nuestras tragedias.
Nuestras impurezas, más impuras, mientras más afán de pureza tenemos nosotros, hijos de muchos lodos, me sacaron carcajadas en un escenario maravilloso de la Zona Colonial. Pero, por ahora, el espectáculo ha terminado. Ayer fue la última función de la obra “Nuestra Señora de las Nubes” en el Teatro Guloya.
A mí, desconocedora del arte, simple espectadora, la función a la que asistí el pasado viernes, me recordó el teatro. Teatro, ese placer de hacer la vida con la voz, el cuerpo, las palabras y la nada.
Pude reencontrarme con ese mundo al que alguna vez quise pertenecer, cuando la adultez todavía no había llegado a pegarme bofetadas de realidad. Ahora, lejos de él, lo miro con ojos maravillados y quiero recuperarlo, aunque sólo sea desde una butaca, entre el público.
Nuestra Señora de las Nubes, es una obra del argentino Arístides Vargas y en el país fue puesta en escena por Claudio Rivera, quien la dirigió, y Viena González. Al final de la obra, algunos interesados charlamos con los actores ¡Oh, pero que cosa tan chula, hablar con actores que no tiene aire de estrellas, si no de constructores de poesía!
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