martes, 25 de mayo de 2010

Nos quieren robar hasta el nombre

En el periódico 7 días he leído una noticia alarmante para nosotros, los reporteros y las reporteras que intentamos ejercer nuestro oficio con dignidad.

Un compañero se enteró de que, sin su consentimiento, lo incluyeron en una nómina de la Secretaría de Trabajo, entidad para la cual no cumple ninguna función. El colega devolvió al Estado el dinero que le depositaban en una cuenta.

Ahora, como muchos reporteros y reporteras, estoy preocupada. Me pregunto si mi nombre andará por ahí, tirado en alguna nominilla de funcionarios corruptos e inescrupulosos.

Si es así, me gustaría que alguien me lo dijera. Sería un ejercicio interesante debatir el tema en los tribunales. No soy abogada, pero supongo que quien figure en una nominilla sin haber dado su aprobación, puede demandar al funcionario responsable por corrupto, por desfalco de los bienes del Estado, por daño a la imagen de una persona…

Sé de otra práctica que muestra el nivel de degradación a la que han llegado algunos en el país. Hay “colegas” que se dedican a engañar funcionarios, a decirles que integren un periodista a una nómina o que le presten su “ayuda” para robarse dinero.

Supongo que a veces el funcionario es engañado, pero otras veces se deja estafar sabiendo que el mediador se queda con la “ayuda”.

Confieso que me gustaría que un mediador y un funcionario “generoso” sean sometidos a la justicia y reciban al menos una sentencia moral.

El nombre es lo único que tiene un periodista. Ese nombre, que cuidamos lo mejor que podemos, por el que lloramos cuando por desconocimiento o error cometemos una falta, no merece ser ensuciado por mentirosos.

Ese nombre y la posibilidad de haber cometido una injusticia, son las cosas que a los periodistas que amamos nuestra profesión nos quitan el sueño. No es justo que nuestra firma esté en poder de aquellos que quieren envilecerlo todo, porque al fin de cuentas, donde todos son corruptos... parace como que nadie lo es en realidad.

Y se equivocan. En este país hay mucha gente honrada (funcionarios, periodistas, empresarios, trabajadores y también políticos) y aunque la mayoría fuese corrupta, ellos seguirían siendo ladrones y cómplices de asesinatos en masa. Con el dinero que se roban, se deja de salvar alguna vida en un hospital. Esos muertos van para sus conciencias.

viernes, 14 de mayo de 2010

domingo, 9 de mayo de 2010

La Matrioska caribeña






La diseñadora María Teresa Olivo ha creado esta matrioska caribeña y mulata. Sin permiso de la artista, la muy coqueta nos hace un guiño para recordarnos que en el arte y en la vida, todo lo humano se encuentra.

Como toda caribeña, nuestra matrioska tiene un espíritu viajero. Hace una semana se fue a Rusia a visitar a una de sus hermanas europeas que conoció por chat. Le contó del mar de Santo Domingo, del terrible sol y de las nubes que no lo respetan y se atreven a llover en su presencia. Insolentes.

Si como leo en la Wikipedia, es cierto que las matrioskas no nacieron en Rusia, sino en Japón, entonces, no sé, tal vez se encuentren la caribeña y la rusa con una abuela matrioska oriental y contemplen juntas la nieve.

De regreso a Japón, la venerable abuela nipona tendrá muchas cosas que contar a sus nietos y les recitará un nuevo poema. Conociendo a la matrioska caribeña, sé que declamará a sus amigas “Un son para Niños Antillanos”, ese que Nicolás Guillén escribió para los pequeños de las islas comparonas, las que tanto se parecen y ni se saludan unas a otras, cada una ensimismada en su pedazo de mar.

sábado, 1 de mayo de 2010

Por el derecho a besarse (a la francesa) en los parques



Si la Policía dominicana arrestara tantos delicuentes como besos interrumpe, sería la institución más eficiente del Estado. No hay parque, tal vez sólo el Jardín Botánico, en el cual los hombres de gris no se dediquen a promover la castidad de los labios, a interrumpir las caricas de adolescentes que aprenden a quererse.

Mis amigos, mis amigas y yo, fuimos víctimas de la odiosa persecusión cuando éramos jovencitos. Tenemos historias de besos interrumpidos en la avenida España, en la calle Las Damas de la Ciudad Colonial, en el Faro a Colón, en el parque Independencia, en el Mirador Sur...

Ahora nos reímos de esas anécdotas. Pero, sufrimos ante la idea de que pudieran arrestarnos y llamar a nuestros padres por "atentar contra la moral y las buenas costumbres". Temblamos ante la presencia de los hombres de gris, que sin embargo, nunca se han alarmado porque un civil exhiba una pistola en plena calle o porque una persona tire basura en la vía pública.

Tampoco se alarman por los machos armados, las vecinas voyeristas que desde las ventanas se escandalizan ante los besos de la "juventud perdida". Y si hieren castas sensibilidades la lengua que se extiende por otra boca, la saliva traspasa el labio, las manos inquietas en busca de las tibiezas del otro cuerpo; traen lágrimas las balas que hasta por accidente rompen cabezas y destruyen vidas.

LLevando las cosas al extremo, las caricias en los parques tienen algo en común con las procesiones de Semana Santa y otras manifestaciones religiosas en el espacio público: a mucha gente no les gustan. Pero, tanto lo uno como lo otro debe ser tolerado por quienes no pueden disfrutarlo.

En democracia, todos debemos soportar algunos feos espectáculos que hieren nuestra estética y en ocasiones hasta nuestra concepción del mundo, para tener derecho a dar los nuestros.

No me gustan las procesiones, pues prefiero las celebraciones religiosas serenas y a puertas cerradas, pero las tolero y no pongo mala cara cuando pasan por mi calle. Les ofrezco mi sufrimiento por los cantos desentonados a cambio de su asco y su moral herida por los besos en los parques. Sacrificio por sacrificio.