miércoles, 29 de abril de 2009

PREOCUPACIÓN

De regreso al trabajo, me ha tocado dar seguimiento al virus de gripe porcina que amenaza al mundo. La OMS ha elevado de cuatro a cinco la alerta de pandemia en una escala de seis. LLama a los países a prepararse para lo peor.

Me preocupa que este virus nos de una sorpresa, que se haga más resistente, que la ciencia no logre controlarlo, aunque más me quita el sueño que se junte con nuestra pobreza, con el hacinamiento en el que se sobrevive en barrios marginados, con las carencias de los hospitales y del sistema de salud haitiano, más pobre que el nuestro.

La pobreza es cara. Tener tantos pobres puede costarnos la vida a todos, a las víctimas, los victimarios y los desentendidos. El virus puede esconderse mejor en la insalubridad, por algo una de las principales medidas de prevención es lavarse las manos, pero cómo se van a lavar las manos si no les llega el servicio a las casas y no tienen para comprarla a los camiones.

Ahora nada se puede hacer. En unas horas no podemos eliminar la pobreza, ni mejorar las hospitales, tal vez terminar el conflicto entre el Gobierno y los médicos, no lo sé.

Ahora sólo podemos cumplir, tanto como sea posible, con medidas básicas de higiene, alertar a las autoridades de posibles casos, confiar en que por esta vez, piensen más en los ciudadanos y menos en sus intereses aunque sea por instinto de conservación. Ante un brote mal manejado podríamos sufrir todos, los ricos, los sobrevivientes de la llamada clase media, los pobres y hasta los empresarios y los políticos. Yo, de momento, me dedicaré a trabajar, a lavarme las manos, usar pañuelos para estornudar a trabajar y a vivir, vivir. Cero pánico.

miércoles, 22 de abril de 2009

El terrible secreto...un aborto


Yo, niña; ella, mujer joven. Éramos amigas y además parientes lejanas. Nos queríamos con ese cariño que es mezcla de ingenuidad y admiración. Mi amiga tenía unos 20 años.

Escuchando conversaciones tristes y discretas de los adultos supe que su panza se hinchó. Quizás asustada de la familia, del qué dirán, de esa incomprensión que siempre rodea la sexualidad de las mujeres, se dañó el cuerpo al intentar desembarazarse. Murió.

Me aventuro demasiado al citar las posibles razones que la llevaron a practicarse un “aborto casero”. Ella se llevó, al menos para mí, ese secreto a la tumba.

Con más comprensión, tal vez ahora estuviera viva. Con más comprensión y menos moral de pacotilla.

Sé que como ella, muchas morirán. Los legisladores decidieron que aunque un embarazo ponga nuestra vida en peligro, nosotras no tenemos derecho a decidir. Mejor muertas que pecadoras.

Nuestro país protege los fetos desde “la concepción”. Mi colega Santiago Almada dijo una vez, con ironía, antes de que se aprobara este despropósito contenido en el artículo 30 del proyecto constitucional, que la Carta Magna protegería la vida humana “desde la concepción hasta los intercambios de disparos”.

Muchos de los que quieren proteger el feto que pone en riesgo la salud física de la madre o el producto de una violación incestuosa, no tienen problemas en aceptar que se mate a supuestos delincuentes sin juicio previo.

Estamos en la Edad Media. Si una niña es violada y embarazada por su padre, tendrá a su hermano, al que puede dejar en la acera de la iglesia más cercana. Los curas, los pastores o las beatas lo cuidarán con cariño.

En lo que las iglesias se llenan de esos niños no deseados, envío un abrazo a la eternidad a mi amiga. Ahora que soy adulta, aunque pienso desde el corazón que nunca me haría un aborto, entiendo y respeto su decisión.

Si, Dios no lo permita, soy violada o mi vida peligra por un embarazo, y esto hace cambiar mi convicción, espero no verme, como ella, acorralada. Espero comprensión y respeto por mi dolor.

domingo, 19 de abril de 2009

Mis amigas Margaritas



Yo era Margarita, una princesa. Por momentos me desterraban de mi castillo. Pero, siempre volvía a mi rincón mágico, con mi hermosura y mis estrellas a vivir la felicidad.

Al castillo se entraba por las páginas de un viejo libro, ahora perdido de mis estantes.

"Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento".


Esta primera estrofa del poema que Rubén Darío le dedicó a una muchacha llamada Margarita Debayle, era la puerta de entrada al lugar de la fantasía, que tantas veces me acogió, cuando el mundo se volvía caótico y difícil de comprender, al final de la infancia.

Han pasado algunos siglos desde entonces, sin embargo, durante esta semana recordé mi antiguo mundo por asociación de nombre y género. Revisando la sección de literatura infantil de una librería junto a mis sobrinos, encontré a “Margarita y la Nube” de León David.

A mi sobrino Cristopher, de cuatro años, le encantaron las ilustraciones de Verouschka Freixas. Así que nos llevamos el libro a casa. Por supuesto, esta niña leyó el cuento-poema primero que todos.

Me gustó esa Margarita aventurera, oriunda de Puerto Plata, que viaja por un paraíso tropical de colores a bordo de una nube, junto a su amiguita Rosa. Me pregunto si podría ser amiga de la otra Margarita, la Margarita de mi castillo (ya yo no soy ella). La Margarita de Darío, le regalaría a la de David, música y dulzura. La Margarita dominicana compartiría con su tocaya aventuras y libertad.


Imagen: Enlace a Dominicana On Line, de Funglode

miércoles, 8 de abril de 2009

Ciudad burlona


La ciudad se transformó en un espíritu burlón. Quería asustar a la mujer que, con su mejor garbo, caminaba por la acera. Juguetona, le hizo tropezar. Le torció un tobillo, sin lastimarla mucho.

-Maldito engendro

La ciudad respondió al insulto. Tiró a la mujer contra una malla de seguridad y le rompió el vestido.


Luego la mujer tropezó con una varilla, su traje quedó atrapado. Al tratar de halarlo, la falda se desprendió. Quedó medio desnuda en plena avenida.

-¿Crees que acabarás conmigo?-comentó la mujer. Enojada, se quitó la blusa, abandonó los zapatos, se desprendió del sostén.

La ciudad, asombrada, la dejó en paz por un momento. Esquinas más tarde, el espíritu burlón hizo magia y la mujer, invisible, caminó hasta la orilla del mar. Ahora, la mujer y la ciudad ríen a carcajadas.

El mar las baña, furioso. Esas dos locas no lo dejan dormir en paz. (Riamny Méndez)