sábado, 4 de octubre de 2008

Lavado de conciencia



Muchos puertorriqueños y dominicanos que -como yo- se acercan peligrosamente a los 30, conocen esta pieza de hip-hop, que también fue bien recibida por algunos que no son tan fanáticos del género, entre los cuales me incluyo.

Me animé a colocarla para expiar una pecado de pensamiento. El viernes estaba en Capotillo y me asusté cuando, de repente, se acercó a mí un joven con tatuajes (en actitud nada amenazante).

El muchacho pasaba por la acera y me faltó poco para correr (no lo hice por la compostura que se supone debe guardar un periodista mientras trabaja). Luego, pensé en lo irracional de la actitud.

Como nada es mejor para la buena conciencia que confesar el pecado, pues confieso que me asusté de su apariencia, que juzgué mal a un muchacho que caminaba hacia la motocicleta con la que se gana la vida.

Es bueno reconocer los síntomas del inicio de la enfermedad de la intolerancia a tiempo, para curarse. Lo peor es creerse inmune y argumentar a favor de una con ejemplos de actitudes y hechos del pasado.

Después de todo, hubo una época en la que jóvenes rebeldes dominicanos escribieron, como los franceses: “La imaginación al Poder” y ahora muchos de ellos ejercen el poder sin imaginación y apoyan redadas policiales en las que muchachos que cometen el pecado de verse diferente son encarcelados durante 24 horas en los destacamentos, mientras prueban su inocencia.

¡Que vergüenza! El joven de mi espanto no roba, no mata, no vende drogas, ni es un funcionario corrupto. Es sólo un chico al que le dio la gana de tatuarse.
Quise huir de él y, sin embargo, nunca he intentado huir de quienes apoyan la injusticia de que un hombre honrado vaya a la cárcel.

(Este es un paréntesis musical. Luego hablamos de las informaciones publicadas en la prensa sobre los consejos de las instituciones del Consenso De Washington al gobierno de Estados Unidos a propósito de la crisis financiera).

1 comentario:

josearias dijo...

La intolerancia es un signo atávico de la sociedad dominicana. La intolerancia es nuestra señal de identidad más aprendida. Somos intolerantes hasta con nosotros mismos. La rancia y espesa clase política-incluyo a las izquierdas-nos han enseñado a discriminar y apartar.
Un vecino colombiano se me acerca una noche a pedirme algo prestado y mi primera reacción en segundos fue pensar colombiano es narco, guerrilero, estafador, mala persona y puede que hasta asesino. Solo era una simple persona que deseaba un destornillador para reparar su abanico que no le funciona.
Gracias, Riammny, por el post. Se agradece refrescar estas miserias que engordamos y somos hasta victimas de ellas cada día.
Abrazos...