martes, 12 de enero de 2010

“Tu hermano es tu vecino más cercano"

En mayo de 2004 el río Blanco retomó el viejo cauce, que había abandonado hacía un siglo, según los expertos. Parte de Jimaní quedó bajo el agua y más de 300 personas murieron. Todos estábamos desconcertados: los periodistas, los miembros de la Defensa Civil que nunca habían visto una tragedia de esa magnitud y la gente que escapó de la muerte y se sentía culpable por no haber podido salvar a su familia.

Los sobrevivientes querían explicarte que lo intentaron todo, miraban el lodazal por donde había pasado el río con su golpe de agua sin sentido. Un niño dijo que quería romperle la boca al río, porque se había portado mal. Era una locura. Recién llegados, intentando buscarle lógica a tanta desolación, los periodistas preguntamos a los de rescate la cantidad de personas fallecidas, de acuerdo a sus estimados. No había estimados, por supuesto.

Entramos a una improvisada morgue y empezamos a contar cadáveres hinchados por el agua. Me centré en contar los muertos, sin pensar en la muerte, para enviar un primer reporte a Diario Libre, donde trabajaba en ese entonces.

Mientras nosotros contábamos cadáveres, un grupo de comerciantes haitianas que se dirigía al mercado de Jimaní, cocinaba al aire libre para algunos sobrevivientes. No les importó si eran dominicanos o haitianos. Repartían lo poco que tenían, la ganancia de la semana para ayudar a los hambrientos.

Maternales, otras cuidaban a los niños, impartían órdenes y ponían cordura en un espacio donde todos estábamos despistados. La ayuda oficial no había llegado y en los periódicos, nuestros jefes, recibían con asombro nuestras primeras llamadas.

Me pregunto si alguna de esas mujeres necesitará ahora nuestra ayuda. Si está atrapada entre los escombros y espera que alguien la socorra, si sus hijos necesitan de una persona que imparta órdenes e improvise un caldero, de alguien que como ella haga el dolor un poco más tolerable.

Haití está destrozado por este temblor de tierra. Es el momento de demostrar que somos sus hermanos, como le corresponde a los vecinos más cercanos.

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