domingo, 13 de diciembre de 2009

¡Y PIDIÓ EL SILENCIO A GRITOS!




Subo el volumen de la televisión para neutralizar la bachata que suena en la radio del colmado que me martiriza cada fin de semana. Pero, no escucho al aparato porque un grupo de evangélicos se suma a la bulla con un culto. Subo el volumen un punto más y escucho-sólo un poco- la televisión, junto con los aleluyas y las bachatas.

Ahora llegó el agua y para que mis grifos la vean caer, hay que enchufar una bomba ladrona. Como cada vecino necesita agua en sus llaves, en el edificio conectan al menos otras diez bombas ladronas. El ruido es intolerable. Desisto de la televisión. Enciendo la computadora y escucho música en YouTube.

Entonces mi sobrino decide ver televisión a todo volumen porque la voz de Dora la Exploradora compite con el ruido de las bombas, los gritos de unos religiosos y la imprudencia del hombre que atiende el colmado.

Así que me pongo los audífonos y subo el volumen de mi computadora a todo dar, hasta que me duele el tímpano del oído.

Mi mal humor estalla y empiezo a refunfuñar en voz alta, a pelear con las paredes, con el maldito colmado, con el agua que llega en el momento más inoportuno, con esta ciudad que nos dejará a todos sordos o tan desquiciados que nos mataremos los unos a los otros.

Caigo en la cuenta de que ahora los vecinos se enfrentan a un ruido más, una mujer grita como loca... Me he sumado a la bachata del colmado, a los gritos de los evangélicos, a la televisión de mi casa y a las bombas ladronas. Impotente, cierro la boca. Frunzo el ceño y estallo en carcajadas. Me río del absurdo. Si pudiera, me tragara todo el ruido de un bocado. Impusiera un año de silencio, en venganza por toda la bulla que he soportado en la vida.

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