miércoles, 22 de abril de 2009

El terrible secreto...un aborto


Yo, niña; ella, mujer joven. Éramos amigas y además parientes lejanas. Nos queríamos con ese cariño que es mezcla de ingenuidad y admiración. Mi amiga tenía unos 20 años.

Escuchando conversaciones tristes y discretas de los adultos supe que su panza se hinchó. Quizás asustada de la familia, del qué dirán, de esa incomprensión que siempre rodea la sexualidad de las mujeres, se dañó el cuerpo al intentar desembarazarse. Murió.

Me aventuro demasiado al citar las posibles razones que la llevaron a practicarse un “aborto casero”. Ella se llevó, al menos para mí, ese secreto a la tumba.

Con más comprensión, tal vez ahora estuviera viva. Con más comprensión y menos moral de pacotilla.

Sé que como ella, muchas morirán. Los legisladores decidieron que aunque un embarazo ponga nuestra vida en peligro, nosotras no tenemos derecho a decidir. Mejor muertas que pecadoras.

Nuestro país protege los fetos desde “la concepción”. Mi colega Santiago Almada dijo una vez, con ironía, antes de que se aprobara este despropósito contenido en el artículo 30 del proyecto constitucional, que la Carta Magna protegería la vida humana “desde la concepción hasta los intercambios de disparos”.

Muchos de los que quieren proteger el feto que pone en riesgo la salud física de la madre o el producto de una violación incestuosa, no tienen problemas en aceptar que se mate a supuestos delincuentes sin juicio previo.

Estamos en la Edad Media. Si una niña es violada y embarazada por su padre, tendrá a su hermano, al que puede dejar en la acera de la iglesia más cercana. Los curas, los pastores o las beatas lo cuidarán con cariño.

En lo que las iglesias se llenan de esos niños no deseados, envío un abrazo a la eternidad a mi amiga. Ahora que soy adulta, aunque pienso desde el corazón que nunca me haría un aborto, entiendo y respeto su decisión.

Si, Dios no lo permita, soy violada o mi vida peligra por un embarazo, y esto hace cambiar mi convicción, espero no verme, como ella, acorralada. Espero comprensión y respeto por mi dolor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uy, mujer! Me ha llegado profundo este relato. Lo más doloroso es que puede que esté pasando en cualquier lugar de este país.

Te abrazo,

Álbida.