José es un hombre de poco más de 30 años, que hace dos meses se paseaba por las calles de Villa Duarte con el hilo de la cordura roto, nadie sabe por qué. De vez en cuando cargaba algunos trastos viejos, unos anillos que han terminado por lesionarle las manos, un largo pelo lleno de polvo y una soledad más grande que el barrio.
¿Por qué José escogió Villa Duarte para deambular?, ¿desde cuándo? Sus vecinos no lo recuerdan. Lo cierto es que José, quien fuera, según rumores “un albañil fino” y un excelente maestro constructor, terminó viviendo en los alrededores de "El Farolito". Comía en la calle, dormía donde le tomara la noche, acompañado sólo por su mundo.
José ha logrado hacer comunidad y unir vecinos. Intentando ayudarle, la comunidad se ha fortalecido. Un sacerdote y un grupo de vecinas y vecinos-no todos católicos- lo han acogido. Le han acompañado al médico, han hecho una y mil gestiones con las autoridades y han puesto de su dinero, para comprarle los medicamentos que poco a poco le van devolviendo a la realidad.
Le han alquilado una casa y le han dado compañía. José nunca está solo. Cada tres horas, dos personas voluntarias le acompañan para cuidarle y conversar. Las señoras más cercanas a su casa, le pasan la comida. Quien no lo pude cuidar durante los días laborables, por sus responsabilidades de trabajo, familia o estudios, agota un turno de tres horas durante el fin de semana. Hace dos domingos, le acompañó de 3:00 a 6:00 de la tarde, una señora con sus tres hijos. El que nunca puede hacer turnos y es vecino cercano, ofrece hacer un jugo o llevarle del arroz con habichuelas al mediodía. Al menos tres hombres hacen turnos por la noche para cuidarle, mientras se recupera.
Para que se reencuentre con su familia, sus vecinos han empezado a recorrer calles, callejones y hasta un pueblo.
Como se está empezando a recuperar, hay quien habla de hacer gestiones para que consiga empleo y se integre plenamente a la vida en comunidad.
Pero, José es sólo un ejemplo de lo que se gesta en Villa Duarte, un barrio que ha logrado, con apoyo de jóvenes voluntarios, armar un campamento de verano para los niños del sector durante al menos dos años y en el que mal que bien, con los defectos propios de una sociedad de caciques y excesivos intereses particulares, se están empezando a fortalecer grupos que aportan soluciones, pero, también exigen derechos. Gente común que saca unas horas a la semana, tras largas jornadas del trabajo. Solidaridad, acción, capacidad de crítica y José. Algo así como la esperanza de que a pesar de los pesares, queda un poco de humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario