domingo, 2 de agosto de 2009

Nosotras en Antigua, Guatemala




Una caribeña camina por Antigua y tiene frío, aunque la temperatura de la ciudad es de sólo 23 grados. Salió del hotel Las Farolas, una casona con un patio alegre de verde.

Camina por las calles de adoquines y mira unas montañas rodeadas de neblina y de nubes. El cielo también se encarga de recordarle que ha dejado el Caribe. Ese sol que apenas calienta y ese azul blanquecino son preciosos, pero sus ojos tienen que acostumbrarse a ellos. No los reconoce.

Se detiene en los detalles de las casas coloniales y busca vistas panorámicas para no perderse de regreso al hotel. Luego se entretiene en una tienda de artesanías donde un anciano maya, pequeñito, con su bastón de rey, intenta mirar el futuro. Desde el estante donde está colgado sólo ve finos manteles y regalos para turistas.
Los propietarios de estos negocios no son indígenas, le dirán después a la caribeña.



Ahora pasea por debajo de un balcón. Una mujer indígena, vestida con un traje típico, le habla: “cómpreme algo, son ocho quetzales, no he vendido nada seño”. La caribeña no sabe qué hacer. La artesanía es preciosa, pero todavía no ha visto muchas tiendas, ni ha ido al mercado. Tampoco le gusta la idea de que quien venda, ruegue, pero ¡este ruego es tan estremecedor!

Se impresiona, pero tiene poco dinero, así que fiel a su costumbre, regatea y regatea hasta que compra unos collares. Entonces se ve rodeada de vendedoras, una de ellas carga a un niño en la espalda. Todas quieren venderle algo. Todas han caminado kilómetros para vender sus muñequitas indígenas, sus quetzales de plata, sus piedras volcánicas. “Adiós”, se despide la caribeña que camina a encontrarse con unos amigos en una posada muy elegante. Quien sirve es una mujer indígena, mestiza tal vez.

Más tarde irá al mercado de artesanías: Una plaza con dos patios-al menos eso cree- cada uno con una gran fuente que sirve de florero. Un espectáculo para dar aún más vida a un mercado donde las telas reviven los colores de milenarias alegrías.

La caribeña sólo quiere mirar la artesanía, pero una niña le llama la atención. Es vendedora en una tienda y tiene, según cuenta, unos 12 años. Conversan sobre Guatemala y sobre el Caribe. La niña quiere saber y la caribeña también, así que después de explicar que en su país sólo se habla español, no como aquí que hay al menos otras 20 lenguas, la mujer-que desagradable son los turistas-interroga a la niña.

-¿Estudias?
-No, ya no voy a la escuela “seño”-dice con esa humildad que a la caribeña le parece excesiva, pero que en boca de una niña parece tierna.

-¿Hasta que curso estudiaste?

-Hasta quinto, ahora trabajo-dice la chiquita, que antes de que llegara la caribeña conversaba con una mujer de la etnia de origen maya quiché quien teje a mano un mantel. Ella es propietaria de un pequeño espacio en el mercado. Como muchas mujeres indígenas de Guatemala, a penas sabe leer.

La caribeña le comentó a la tejedora sobre las mujeres que deambulan vendiendo artesanías y ella le habló de los caminos a pie, de los asaltos, de los abusos a los que se exponen las mujeres que salen cada día a ganarse el pan en una ciudad muy segura y tranquila, pero demasiado cara para ellas. Sobre todo le habló de los días en que no venden nada.

Como los turistas, como la caribeña, ellas aquí sólo están de paso. La caribeña disfruta y ellas sufren la ciudad turística. Al final del día, les espera la pobreza de sus aldeas.



Es tarde y hay que regresar. Fuera del mercado: canciones y baile, una gran feria. Los últimos vendedores recogen sus trastos y cierran sus negocios.La plaza también tiene puertas que se cierran con candados y cadenas. En cada puerta hay policías.

La caribeña está extraviada y no encuentra a sus amigos, entra y sale de la plaza. Para ella el policía abre las puertas. ¡No se preocupe, para usted está abierta! dice el agente que sabe que la caribeña anda con otros extranjeros.
Los indígenas se marchan a sus pueblos y aldeas. La caribeña a un lindo hotel, una casona antigua, con un patio alegre de verde.

Fotos. 1. Mercado de artesanías. 2. Mujeres caminan por Antigua. 3.Coche, en el que se ofrece a los turistas el servicio de tours. La primera foto es cortesía de mi colega costarricense Ruth Piedra. Las otras dos imagénes son cortesía de Danilo Antúnez, periodista hondureño.

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