En febrero escribí sobre José, un hombre con el hilo de la cordura roto que andaba enfermo de indiferencia y triste por falta de solidaridad. José dormía en cualquier rincón, comía restos de basura y no contaba con asistencia médica.
Pero las doñas y los dones del barrio, junto a un cura, lo llevaron al hospital, le ayudaron con su tratamiento psiquiátrico y gestionaron una pequeña casa para que José fuera uno más en la comunidad. Las doñas le lavan la ropa, le llevan comida y sobre todo, le quieren. Poco a poco, la gente se ha acostumbrado al nuevo vecino.
Ahora José y sus amigos tienen una dificultad. José se va a quedar sin casa, porque su hogar era prestado. Será derribado para dar paso a una construcción. Me pregunto si alguien o si todos-incluyendo a las autoridades- podemos contribuir con algo para que no muera esta esperanza. La solidaridad es tan frágil como la cordura. Tal vez podemos ayudar a que en esta ocasión, ninguna de las dos se rompa. Quizá es hora de decirle a las doñas, a los dones, al cura y a José que no han perdido el juicio, que es cierto, que la solidaridad es posible.
Si se te ocurre alguna manera de ayudar, escribe a este correo manuel.jit@gmail.com. La persona a contactar es Jit Manuel Castillo.
Imagen del Centro Poveda
No hay comentarios:
Publicar un comentario