sábado, 3 de octubre de 2009

DESOBEDIENCIA CIVIL


Soy una isleña sin mar. Nuestros congresistas han decidido que los dominicanos que no paguen a un hotel, no podrán disfrutar de las playas. El derecho al uso de la playa termina donde comienza el interés económico de los hoteleros.

"Los ríos, lagos, lagunas, playas y costas nacionales pertenecen al dominio público y son de libre acceso, observándose siempre el derecho a la propiedad privada", dirá nuestra-digo su constitución- porque yo me declaro en franca desobediencia civil contra ese mamotreto que el presidente Leonel Fernández y el presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Miguel Vargas han armado.

Los senadores y diputados también decidieron consignar en la Constitución-que tendrá el tamaño de una casa, porque en ella han puesto de todo-que una mujer no puede abortar aunque su vida corra peligro, que los homosexuales y las lesbianas no tienen derecho a legalizar sus uniones, que yo no puedo llevar ante la justicia un recurso de inconstitucionalidad a menos que el tema me haya causado perjuicio de manera directa. Tampoco podré promover un referendo para quitar de su cargo a quien no me represente bien.

En fin, que poco a poco, me están convirtiendo en una ciudadana sin derechos, es decir en una no-ciudadana. No siento ya el deber de votar, de hacerle juego a este sistema que me ningunea y que nisiquiera representa la opinión de las mayorías.

Mi país es una piscina inflable. Sólo allí tendré derechos y deberes. Conciudadanos renacuajos, bienvenidos a esta república libertaria. Aquí hay júbilo. En la República Dominicana estamos de luto.

Caricatura de Harold Priego, publicada en Diario Libre.